Samuel Moreno
Exalumno once J.T.
Aún no había arribado a mí la maldad, mis ojos eran como desnudas capas de amor y mi corazón palpitaba
y tibio murmuraba todavía aquel gesto de amor
más verdadero... el que se da y recibe de una madre.
De mi pecho brotaban constantemente las dulces palabras que aún recuerdo:
¡Te adoro mamá!
esas mismas palabras que aquel ser pronunciaba
retumbaban incluso las más duras puertas del espíritu oscuro y lúgubre;
tan suaves, hermosas y sobretodo tan puras y profundamente
propias del amor real.
Recuerdo que se formaban en mi mente como pequeños cordones
las ideas y que iban acompañadas siempre de una sonrisa o un abrazo.
Me refería a lo pérfido como sin sentido
Y pensaba mucho si algún día de mi vida
Tomaría aquel rumbo; sólo me sentaba a observar
al mundo y que todo alrededor de mi transcurriera;
lo analizaba y lo veía tan perfecto: ese mundo, el mío
era hermoso como un castillo en las nubes y… yo,
tan pequeño y enigmático me sentía en verdad parte de él.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario